A veces, los padres nos preguntan sobre qué metodología utilizamos para los niños y adolescentes. Es una pregunta interesante porque, lejos de “abrir los libros y hacer los ejercicios” como antaño, la metodología o la orquestación de cada clase de inglés lleva al alumno desde un primer impacto lingüístico a una serie de actividades didácticas que concluyen con una actividad de consolidación y reflexión.
Calentamiento:
Empezar la clase con imágenes que rompen con los esquemas y que impactan por su color y autenticidad es clave si vamos a crear interés y emoción sobre el tema y a preparar a los alumnos para la recepción del nuevo lenguaje. Una entrada de clase con explosión ya sea con una imagen o con otro recurso didáctico ¡también ayuda a los alumnos a hacer la transición desde su idioma materno al inglés!
Presentación:
En este paso, introducimos el nuevo material de adquisición de vocabulario, actividades de comprensión oral y tareas de expresión escrita. Podemos construir vocabulario nuevo con actividades exigentes, pero divertidas que ¡mantienen a los alumnos atentos y a la expectativa! Leer ayuda a visualizar y consolidar lo que los alumnos acaban de aprender oralmente.
Práctica:
Aquí nos enfocamos en la habilidad de los alumnos de utilizar el nuevo lenguaje de forma independiente con tareas guiadas para los más pequeños y con un margen de movimiento para los más mayores.
Aplicación:
Habiendo practicado el nuevo lenguaje, los alumnos ahora lo utilizan en contextos reales además de personalizarlo con respecto a sus propias vidas. Esta fase potencia la habilidad de comunicarse eficazmente.
Clausura:
Un juego, una actividad en parejas o un reto divertido, esta fase de la clase es crucial para los alumnos. No solo sirve para reforzar conocimientos, sino que demuestra al propio alumno lo que acaba de aprender y hace que salga de clase con una sensación de satisfacción por un trabajo bien hecho y ¡ganas de volver al ataque al día siguiente!
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